Admirar este grandioso conjunto, disfrutar de una naturaleza de belleza incomparable, de un tranquilo descanso o conocer el estilo de vida benedictino, caracterizado por la oración, la hospitalidad, el trabajo y el silencio, es posible gracias a las dos hospederías con las que cuenta la Abadía: la Externa, alojamiento turístico general, con 220 plazas distribuidas en 2 plantas; y, la Interna, solo para hombres, situada en el edificio de la Escolanía.
Con objeto de dotar significado espiritual al Valle de los Caídos, un decreto pontificio de Pío XII de 1958 dispuso lo necesario para erigir una abadía cuya vida contemplativa comenzaría el 17 de julio de 1958 con la llegada de veinte monjes procedentes del Monasterio de Santo Domingo de Silos. Juan XXIII confirmó su carácter litúrgico al elevarla a rango de Basílica Menor, el 7 abril de 1960.
La abadía se encuentra en una gran explanada rectangular de 300 metros de longitud y 150 de anchura, acotada por dos galerías laterales. Junto a ella se encuentra el cementerio de los monjes benedictinos, que requiere de permiso para su visita.
El conjunto se compone de claustro, orientado a la gran cruz monumental del Valle de los Caídos; capilla, de nave única y forma alargada, presidida por una imagen de San Benito; sala capitular, presidida por un Cristo de estilo gótico; refectorio, que hace las veces de comedor de la Comunidad; salón de recreo; biblioteca, con más de 42.000 volúmenes; sastrería; y, noviciado o estancias y dormitorios de los futuros monjes. En el semisótano se hallan diversas dependencias menores.
La abadía está conectada con la basílica a través de una gran puerta monumental de bronce.
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