Por su estudiada ubicación, sobre un enorme talud de piedra a los pies del monasterio, los jardines forman un excelente mirador desde donde admirar no sólo las huertas escurialenses sino también la sierra y meseta madrileña.
Felipe II, gran amante de la naturaleza, los diseñó al estilo renacentista; abriéndolos al mundo exterior e integrando arquitectura y naturaleza, huerta y paisaje. El conjunto goza de una armoniosa belleza en la que setos de boj conviven con cultivos de hortalizas y frutas. En el momento de su construcción llegaron a ser comparados con los míticos jardines colgantes de Babilonia.
El monasterio se encuentra rodeado de jardines por dos de sus lados, el sur y el este. Actualmente la visita se limita al Jardín de los Frailes, el que mejor conserva su fisonomía original. En realidad son tres espacios, conectados entre sí pero con identidad propia. El Jardín de Convalecientes, donde se recuperaban los monjes enfermos, ocupa un patio cuadrangular adornado por las galerías porticadas de la botica. El Jardín de los Frailes, que rodea las habitaciones de los monjes, presenta un diseño geométrico con cuadros dispuestos longitudinalmente y divididos, cada uno de ellos, en cuatro parterres, con un estanque y surtidor de piña en el centro. Por último, el Jardín Real, separado del de los Frailes por un muro de piedra, se compone de cuatro espacios. Al estar junto a los Aposentos Reales gozaba de mayor privacidad.
Todos ellos están comunicados con las huertas adyacentes por un sistema de dobles escaleras que, a modo de pasadizos, descienden hasta el nivel inferior.
En palabras de Ortega y Gasset (1883-1955), no existe “mejor sitio para meditar sobre el paisaje y sobre Castilla” que los jardines del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
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