Cuenta la leyenda que el Monarca, inspirándose en el Templo de Salomón construyó el Real Sitio, palacio-monasterio, sobre una mina cuyas galerías llegaban hasta las mismísimas puertas del infierno. Sea o no verdad, es el monumento que mejor resume los postulados ideológicos y culturales del Siglo de Oro español mediante una síntesis original de formas artísticas italianas y flamencas. Doble era el propósito del Monarca: conmemorar su victoria en la batalla de San Quintín frente a los franceses y crear un monumento funerario para la dinastía de los Habsburgo.
El lugar escogido para la construcción, a los pies del Monte Abantos, en la Sierra de Guadarrama, lleva el nombre de ‘Escorial’. Éste procede de las escorias o restos de fundición producidas por las numerosas herrerías allí instaladas en aquel tiempo.
Empezado a construir en 1563 sobre traza universal, en forma de parrilla, no finalizaría hasta 1586 cuando se concluyó la Real Basílica. Fue un proyecto colectivo en el que, bajo indicaciones directas del Monarca y la supervisión de fray Antonio de Villacastín, participaron entre otros, Juan Bautista de Toledo, Juan de Herrera y Francisco de Mora.
El conjunto, un rectángulo de 35.000 m2 se compone de palacio real, basílica (eje del monasterio), dos panteones (de reyes e infantes) con un pudridero, biblioteca y monasterio. Las fachadas norte y oeste dan a una gran explanada que recibe el nombre de La Lonja mientras que las fachadas este y sur se abren a zonas ajardinadas que lo embellecen.
San Lorenzo de El Escorial, uno de los más extraordinarios conjuntos monásticos del mundo y el más grande de su tiempo es hoy la octava maravilla del mundo.
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